Muchos son los dulces y postres tradicionales que integran el rico patrimonio gastronómico de la comarca, cuya variedad repostera es más que destacable. Capitaneando el conjunto, debemos destacar por su importancia y tradición los célebres crespillos y los no menos acreditados pastillos, que podremos encontrar en muchas poblaciones. Los primeros se elaboran con las hojas más tiernas del cogollo de las borrajas, una vez limpias y troceadas, que son rebozadas en una mezcla de leche, harina y huevo. Se fríen en aceite muy caliente y cuando estén doradas se escurren y espolvorean con azúcar. Este postre es un nuevo ejemplo de la economía del aprovechamiento que llevaban a cabo las mujeres ribagorzanas.
Si los crespillos no faltaban en las casas de la Ribagorza por carnaval, cuando llegaba la Navidad lo tradicional era, y sigue siendo hoy en día, preparar los clásicos pastillos, unas tortas hechas de masa de pan, es decir, de harina, levadura, agua y sal, a las que se les añade huevo, aceite, anís y azúcar. El pastillo tiene una forma especial: al hacerlo, se extiende un rectángulo de masa, se le ponen encima trocitos de nuez, manzana o calabaza y luego se cubre con otra capa de masa, plegándola y cerrándola en los bordes, con lo que quedan rellenos del alimento elegido.
Otros postres y dulces típicos en la comarca son los turrones y mazapanes artesanos de Graus, sus florentinas y trenzados, los “panadons” de miel o espinacas, magdalenas, carquinyoles y panellets de Benabarre o el candimus de Benasque.